¡Hola, marcadores!
Seguimos con la racha de entrevistas en el Festival de Tres Cantos y esta vez tenemos a...
... ¡Elia Barceló!
De paso aprovecho para declarar mi amor incondicional por esta autora *-* (podéis leer por ejemplo mi reseña de La roca de Is) y, antes de nada, aviso y pido perdón por si hay alguna falta o fallo en la transcripción de la entrevista, porque la grabamos en medio de una cena surrealista con cuarenta personas chillando y riendo alrededor. Ha sido difícil entenderlo todo, pero unas buenas risas me he echado xD
¡Aquí tenéis!
Marcadoras de
Páginas: Hablemos de tu última trilogía. En la presentación nos dijiste que
estaba pensada como un todo, pero que era demasiado larga para publicarla
entera y se tuvo que cortar en varios libros. ¿Cómo fue la decisión?
Elia Barceló: Para mí la idea siempre fue contar lo que
quería contar, y era una historia muy larga. Pasaban muchas cosas, era un libro
gordísimo y tenía claro desde el principio que iba a ser una historia muy
compleja y larga. Entonces, cuando lo hablé con la editora, yo todavía no había
terminado todo (ni siquiera ahora lo que terminado) y cuando se lo conté me
dijo que eso había que partirlo en dos o tres libros, que era imposible sacarlo
en uno solo. Estuvimos hablando sobre ello, teniendo en cuenta que cuando se
termina el primer libro se corta y el segundo empieza prácticamente donde
termina el anterior, pero ella me dijo que no había problema. Así que lo
hicimos en tres libros.
MdP: ¿Cuál ha sido el
libro más fácil y el más difícil de escribir?
EB: Supongo que el más fácil siempre resulta el principio de
la historia. Y la segunda mitad del primero, porque tenía muy claro adónde iba
e iba lanzadísima, no me costaba ningún trabajo seguir la historia.
Lo más difícil, lógicamente, es terminar y cerrar. Ahora ya
me queda muy poquito pero claro, ¡llevo ya doscientas páginas cerrando y
todavía no lo he hecho! Pero antes o después terminaré, conseguiré atar todos
los cabos, cerrar todos los hilos y ya está.
MdP: Y, dentro de
todos tus libros, ¿cuál ha sido el más fácil y el más difícil?
EB: Normalmente no concibo las cosas en términos de
facilidad y dificultad, porque cuando una historia me gusta, me prende y estoy
enamorada no veo dificultades. Es igual que cuando te enamoras de alguien, que
todo te parece bien y todo es estupendo. Incluso cuando ves cosas que no te
gustas piensas “bueno, ¡eso no es nada! Yo me las arreglo”. Con las novelas
pasa igual.
Recuerdo por ejemplo que una vez, cuando estaba trabajando
en “Disfraces terribles”, el final de la novela era tan complicado y había que
cerrar tantos hilos que era una noche de verano que estaba en la playa y no
podía dormir porque no conseguía tranquilizarme. Entonces estaba todo el mundo
durmiendo, pero yo me levanté y me dediqué a pasearme todo el piso arriba y
abajo, arriba y abajo, buscando la solución al problema, porque no conseguía el
final que quería. Y, de repente, lo vi. “¡Ya está! ¡Ya sé cómo hacerlo! Es
eso”. Es la única vez en mi vida que escribí lo que se me había ocurrido porque
tenía muchísimo miedo de que se me olvidara. Y me fui a dormir tranquilísima y
hasta el mediodía.
MdP: ¿Hay algo que
cambiarías ahora de tus novelas antiguas leyéndolas otra vez?
EB: No, y no porque estén perfectas, sino porque para mí son
momentos y fases de mi vida. Ahora cuando leo novelas antiguas digo, por
ejemplo “aquí se notaba que aún tenía dificultades para manejar más de tres
personajes en un diálogo”. Pero era entonces, es una etapa de mi vida, es algo
que ya he cambiado, que he mejorado, pero no tiene por qué desaparecer.
Y otras veces leo novelas antiguas y pienso “¡pues lo hacía
bastante bien! Oye, tenía veinticinco años y no estaba mal del todo”.
Así que no, no cambiaría nada.
MdP: Y, si cada
novela es un momento de tu vida, ¿hay alguna a la que le guardes un cariño
especial por algo que signifique?
EB: Por ejemplo “El contrincante”. Esa cronológicamente
salió la número seis u ocho, no lo sé, pero realmente fue la primera que
escribí. La primera novela larga que escribí. Para mí es muy importante porque
es la novela que me enseñó a escribir novelas y le tengo mucho cariño. Es una
novela de terror teológico, fantástico, extraño; con diablos, almas torturadas
y cosas así. Era muy chula, me lo pasé muy bien escribiéndola.
MdP: ¿Cuál crees que
es tu libro más sobrevalorado y el más infravalorado?
EB: no lo sé, porque eso depende de los gustos del receptor.
Por ejemplo sé que “El secreto del orfebre” ha tenido mucho éxito y se ha
traducido a muchísimos lenguas, pero pienso que hasta cierto punto está bien,
es correcto, pero no sé si realmente lo valía. O que otros que a lo mejor lo
hubieran valido igual y no han tenido el mismo éxito, y eso me da un poco de
lástima. Por ejemplo “El vuelo del hipogrifo”, ¡que es una novela que de verdad
que está muy bien!
MdP: ¿Hay algún
personaje con el que te identifiques especialmente? De tus novelas o de otras que hayas leído.
EB: Muchos, yo me identifico muchísimo con los personajes.
Con los míos y con los demás. El problema que tengo con mis personajes es que
me gustan todos y me identifico con todos. Hay algunos que están hechos para
ser el malo de la novela [hablando de “Hijos del Clan Rojo”] que me encantan,
los quiero muchísimo, me identifico con ellos y son parte de mí. Luego hay
otros que son más buenos y más sosos, ¡pero también son parte de mí!
Desde muy pequeña, siempre que leía una novela, siempre
había un personaje que era “mi” personaje, con el que yo me identificaba.
Curiosamente, solía ser chico. Me identifico más con los personajes masculinos.
MdP: ¿Cuál era tu
autor favorito cuando eras adolescente?
EB: Yo empecé con Julio Verne, que me encantaba. Me pareció
fascinante. Me lo regaló mi padre un libro suyo con once años, que fue mi
primer libro serio. Luego Wells, y ya de adolescente pasé a Poe y a Lovecraft. Sobre él [Lovecraft] hice el trabajo de fin de instituto de cincuenta páginas o así. Me
encantaba, era algo que estaba más allá de lo que yo conocía y había leído, era
muy diferente y muy original. Desde entonces ya casi no lo he vuelto a leer,
pero me encantaba.
MdP: ¿Y a lo largo
del tiempo ha ido cambiando tu percepción sobre esos autores? ¿Te han gustado
menos o más?
EB: Sí, yo creo que eso depende mucho de tu crecimiento, de tu
madurez, de la fase en la que te encuentres. Por eso hay veces que me da miedo
volver a leer a autores a los que amé mucho, porque tengo miedo de que se me
estropeen.
Eso me pasó curiosamente con Herman Hesse, que cuando yo
tenía dieciséis años leí “Siddhartha” y me pareció una revelación, un flash, una
maravilla, una cosa alucinante… y luego, por circunstancias, intenté volverlo a
leer a los veintitantos y pensé “¡pero qué vergüenza! ¿Cómo he podido entusiasmarme
con este libro?”. Desde entonces intento no releer cosas que me impresionaron
mucho en mi adolescencia por eso, por el miedo a perderlos, a que ya no sean
iguales.
Pero hay otros que releo y releo y no se me van. Poe lo sigo
releyendo y me sigue pareciendo genial. Cortázar, siempre. Stephen King en su
primera fase no se me muere, en la última bastante, pero en la primera no.
MdP: ¿Cómo es tu
relación con tus lectores? Porque tú vives muy lejos, pero Internet ha ayudado
mucho, ¿no?
EB: Gracias a Dios, al cielo y a quien sea Internet me ha
ayudado muchísimo, porque yo me pasé muchos años en Austria comunicándome con
el fandom por cartas de papel, y eso era muy pesado y muy lento. Entonces
siempre que podía venía a la Semana Negra de Gijón, pero estaba muy lejos, eran
dos o tres días como mucho y luego todo un año de nada.
Ahora es una maravilla. A través del Twitter estoy en
contacto con mis lectores, me entero de lo que la gente publica, nos gastamos
bromas… Tienes la sensación otra vez de pertenecer y formar parte de algo. Es muy
bonito.
MdP: ¿Hay algún
encuentro con lectores que haya sido especial para ti?
EB: Para mí todos los encuentros con lectores son especiales
por la sensación de que por fin encuentro la gente con la que puedo hablar
porque ha leído lo que yo he escrito y le gusta el mismo tipo de cosas que a
mí. Hacen la mitad del trabajo. Todos los lectores ponen la otra mitad porque
yo, aunque suene un poco arrogante, escribo para lectores inteligentes. Sé que
eso tiene muy poca posibilidad comercial, que funcionaría mejor que escribiera
para lectores de menos nivel, que si fuera más sencillito tendría más lectores,
pero es que a mí me interesan los lectores inteligentes. Los que ponen la otra
parte, los que entienden mis guiños.
Entonces, encontrar este tipo de lectores, el poder hablar con
ellos, siempre es una suerte.
Hasta ahora la reunión más frecuente para mí es la Semana Negra.
Para mí es lo más importante que pasa a lo largo del año, vale la pena
totalmente.
--
Nos leemos ^^
Ana
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